Se le fue pasando la vida sin darse cuenta,
con la monotonía corriendo por sus venas,
al volver la vista atrás entrada en los sesenta,
vio que en su vida habían triunfado las penas.
Con los brazos en jarras y los ojos abiertos,
notó que los años pasan veloces y se van,
y que grandes amores que siempre dio por muertos,
nunca se marcharon porque a pesar del tiempo están.
Echaba de menos lo que nunca sucedió,
tantos cafés perdidos por miedos infundados,
los momentos tan felices que nunca vivió,
besos que siempre se había dejado guardados.
Así se convencía de que era la manera,
valientes decisiones con las que se engañaba,
sabía que era querida como compañera,
ahora reconoce la largas que le daba.
Miraba melancólica la esquina del sofá,
Su ausencia en los cojines es el adiós final,
Tiene claro que su vida muy triste seguirá,
Nadie le dobla más los espejos en su portal.
Cuando está rematadamente sola en su mesa,
Con la mirada perdida en un punto lejano,
Sabe de sobras qué razón es la que más pesa,
Por no haber sabido dar a torcer su mano.
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