cuando leías y releías mis poemas,
con linternilla y luces apagadas,
control de ronquidos, ¡menuda escena!.
Te imagino a oscuras, en cuclillas,
en el baño leyendo y releyendo,
tu preciosa piel erizada, de gallina,
el frío recorriendo todo tu cuerpo.
Largas noches de impaciente insomnio
esperando que diera a luz la luz del alba,
horas interminables pensando en qué demonio
se había hecho, por sorpresa, dueño de tu alma.
Coches que atacan y producen chichones,
pensamientos que congelan la sangre,
todo por querer amarrar las emociones,
y no demostrar que tu corazón tiene hambre.
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