La pituitaria que reconoce tu fragancia,
Te recuerdan cada una de mis estancias,
Y todos tus quieros y mis puedos.
Te recuerdan las cuerdas de mi guitarra,
Y hasta el vaho que estampo en un cristal,
Y más que el bien, te recuerda el mal,
Y en mi ventana el canto de una cigarra.
Te recuerda el sudor que resbala por mi frente,
Mi diafragma, mi esternocleidomastoideo,
Cuando entro en mi casa todo lo que veo,
Te recuerda mi ordenador de forma recurrente.
Te recuerdan hasta los botones de mi pijama,
Y mis zapatillas del Barça mal aparcadas,
Te recuerdan las luces de mi casa apagadas,
Te recuerdan siempre las patas de mi cama.
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