Un día en el Sahara, tuve un accidente,
Y me di cuenta de que estaba solo,
De nada sirve lo que no controlo,
Si no empiezo a emplear a fondo mi mente.
Trabajo y esfuerzo preferentemente,
Desde entonces es lo único que imploro,
Al desfallecimiento yo lo escayolo,
Porque la acción es lo más concluyente.
Igual no hay que pintar tantos corderos,
Ni imaginar lo que nos van pidiendo,
Si no ofrecer los mimbres necesarios.
Dejemos que sumen unos y ceros,
Que cada uno siga haciendo y viviendo
Su camino, sin hacer comentarios.
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