15 – 06/04/18 – 19:48
Era un hogar, no una casa,
Parecía estar siempre en primavera,
La erosionaba en demasía el viento,
Dejando sus ventanas tiernas
Y trasparentes, llorando por el patio,
Desde allí trepaba una enredadera,
Los cristales del agua
Titilaban sobre el negro de las rejas,
Los corazones se asomaban a las ventanas,
Con las esperanzas espesas,
El manto del ocaso, negro,
Iba oscureciendo al paso del reloj de mesa,
Mientras tu mirada se quedaba oscura,
También se nos quedaba la pena
Triste por el brillo de un sol pajizo.
Los geranios de las macetas,
Parecían querer atravesar los cristales,
Porque no encontraban la puerta
Que había cerrado el viento
De tremendo portazo y caía alguna teja
Muere el ocaso, sintiendo
Que las violetas de algunas macetas,
Hacen un imperceptible eco,
Que en espera queda
De una réplica de la casa.
El barro y las arenas,
Otrora, nidos de pájaros,
Con el agua hacen casa nuevas,
Donde sentimientos nuevos
Miran a las estrellas,
Todo coge un tono enamorado,
Entre espantapájaros y veletas.
Dile al barro que se calle,
Porque en la calle ya no hay banderas,
Porque si yo me callo,
Me sale un cayo de tristeza;
En mi casa, en mi hogar,
Con olor a azahar y arena
Vive un corazón latente,
Que sin verte… ¡Bien parece que muera!
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