Al despedirnos se levanta la bruma,
Una niebla consistente como espuma,
Hasta mis lágrimas se petrifican,
No puede penetrarla ni la luz,
Y el valor de este andaluz se esfuma.
Te sueño como el milagro de los peces,
Pero al despertarme te desvaneces,
No queda ni el pan ni su rastro,
Se oscurece hasta el sol, ese astro
Que pinta de alabastro lo que cueces.
Y un viento con su leve movimiento,
Hace que este corazón errante
Tropiece y se levante.
Y no me trae tu nombre esa brisa,
A la que interpelo con prisa.
Y mi yo te llama con agonía,
Cada noche, cada hora, cada día,
Con palabras desgarradas,
Con lágrimas desparramadas
Porque te venera con idolatría.
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