Ya nunca sé hasta dónde tu amor llega,
El dolor, ¡Eso sí!, es ya tan solo mío,
Es muy largo, como un caudaloso río,
Abrupto, porque nadie lo navega.
Yo que te habría seguido hasta Noruega,
Incluso hasta haber perecido de frío,
Me dejas el corazón lleno de hastío,
Lleno de las lágrimas que lo anega.
Soñé con una pradera frondosa,
Con las habitaciones habitadas,
Y te comportaste como una fiera.
Me ejerces de señora poderosa,
Ya te flojearan esos cuentos de hadas,
Tú habitarás algún día así, por fuera.
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