cuando aún no ha abierto la boca,
lleva a cuestas la penitencia que toca,
e incluso ha llegado a estar asustado.
Otros parecen haberse acostumbrado,
a jugar bien de vez en cuando a la oca,
para volverse alguna que otra vez loca,
dejando al uno bastante asombrado.
Ya no puedo estar más tiempo aletargado,
malviviendo esta desventura del pecado,
al que el uso de la Diosa Razón me convoca.
No puedo seguir existiendo tan desolado,
tú eres la genuina costilla de mi costado,
y sigues mostrándote dura como una roca.
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