con los ojos cerrados pero en las retinas
impresos e indelebles, líneas de latigazos
que hieren matando el alma: una ruina.
Los sueños como pompas de jabón azules,
nunca encuentran la puerta para llamar,
quitando el polvo de encima de los baúles,
con el azul del cielo confunden el del mar.
No se presentan directos, como un activo,
parecen querer dar la espalda a la fortuna,
como si fuese tan imposible el cumplido,
de poder coger y regalarle la misma luna.
Entre colores grises, sin vida y violentos,
pasa la vida sin saber el fin de la carretera,
hace tiempo que ya no cree en los cuentos,
ni chinos, ni de hadas, María la Bandolera.
Tanto bello sueño que quedó empantanado,
soñando con rizos pelirrojos y hoyuelos,
sin saber lo que uno siempre hubiera dado,
por haber emprendido juntos altos vuelos.
El mapa de los lunares de su cuello y espalda,
sin duda arrojan a su vida luminosa luz,
sus ojos grandes, de intenso verde esmeralda,
son la luz del faro que siempre apunta al sur.
En verano, a la fresca de la sombra de un olivo,
con el aroma del polen que ha olido desde su cuna,
recuerda el tiempo de su corazón cautivo,
sin poder llevarse a la boca caricia alguna.
Tendría que hacerse un enorme monumento,
a los sentimientos para con la primera,
gobernado por una gran rosa de los vientos,
apuntando con suave brisa a María, La Bandolera.
Tanto Garcilaso, como Góngora y Tirso de Molina,
escribieron con acierto y con mucha disciplina,
que el amor, al entrar, te revuelca de un meneo,
aunque el costal se haya quedado sin más harina.
Que produce felicidad con agradable cosquilleo.
con la suavidad de un leve y alegre aleteo,
porque tu alma es la que a mi alma domina,
como cuando éramos niños y salíamos al recreo.
Mucho ha llovido sobre mojado desde esos años,
Entonces yo no sabía tan siquiera quien era,
ahora con el pelo cano y sin querer hacer daño,
me acuerdo algunas veces de María la Bandolera.
Me acuerdo de su cara, de su forma de mirar,
de sus ojos, de su boca, de su manera de llorar,
de su inteligencia, de sus lunares, de su ternura,
y de su bella sonrisa siempre llena de frescura.
Los sueños, a veces sueños son, y como tales,
todavía hoy, con el corazón en la trinchera,
al pasar por su puerta miro en los soportales,
por si se ve un instante a María, la Bandolera.
Con su cintura, sus caderas y su metro y poco,
Con sus noventa y tantos, menuda delantera,
hubo un tiempo en el que me traía medio loco,
medio hermanos, medio vecinos, María la Bandolera
Aún guarda algún que otro oculto secreto,
con mucho celo, como una buena carcelera,
cuando hablamos sabe lo mucho que la respeto,
Ustedes deberían conocer a María, la Bandolera.
Al ponerse nerviosa le tiemblan los huesos,
Siempre paciente, la que nunca se altera,
capaz de estar dándote toda la noche consejos,
merece la pena conocer a María, la Bandolera.
Sabe que la quiero mucho, pero a mi manera,
En sus ojazos verdes florece la primavera
Es un bomboncito encerrado en la bombonera,
dónde, cómo y cuándo quiera, María la Bandolera.
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