Tu lejanía ha llegado en un momento inoportuno,
Desde entonces los días transcurren uno a uno,
Lentamente. Mi alma se siente sola y olvidada,
al no poder besarte durante una larga temporada.
Recuerdo con nostalgia nuestra primera cita,
Tu cara llena de paz, luz y alegría, ¡tan bonita!,
Ahora lo recuerdo todo como un triste penitente,
Al no poder disfrutar de poder tenerte enfrente.
¡Ya ves!, mi único consuelo es soñar un mañana,
Soñar con los ojos abiertos muriendo de la gana,
De poder rozar con las yemas de mis dedos tu piel,
Y poder dormirme al amparo de tu mirada color miel.
No parece que pida mucho, ¿verdad?, ¡casi nada!,
Se adueña de mis adentros una sutil llamarada,
Que me pregunta el por qué tanto tiempo perdido,
tengo claro que no puedes olvidarme en tu olvido.
Tantas riendas bien sujetas, tanto esfuerzo en vano,
Todo por querer intentar poner puertas al océano,
No se pueden atar las olas del mar tan siquiera,
La pleamar y bajamar no se hacen de otra manera.
No quiero imaginarte ni por un instante triste,
Triste por no vernos, por los besos que no me diste,
Sé que tu vida es mustia y vacía, aunque no lo digas,
Te mereces, sin dudarlo, muchas más rosas que ortigas.
Y si, me estoy poniendo canoso y arrugado y viejo,
No hace falta que me digas que me mire en el espejo,
Sin embargo tú eres mi reina del alma y de la juventud,
No lo pienses más y vente a vivir conmigo, con prontitud.
Para ir acabando, ni somos, ni eres, ni soy cruel,
Simplemente nos amamos sin necesitar un papel,
Después de tanto sufrimiento, de tanto sufrido,
Nos merecemos ser felices acurrucados en un nido.
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