Ligeros de ropa por la calor, en las terrazas,
Cogen tintes de grandeza mirando al océano,
O sentados a la fresca en algunas bellas plazas.
Los balcones del alma se llenan de flores,
Atrás quedan las penas enterradas en un desierto,
Los sueños cogen la silueta de peces voladores,
El futuro, más que nunca cierto, parece incierto.
Que nunca vienen solas las desgracias,
Es algo que sabemos cuándo se dibujan,
Las almas se enrocan y se ponen reacias,
Pero un oculto resorte siempre las empuja.
Soñando contigo mi noche se torna blanca,
El mes de Julio parece corto y pasa volando,
El ecuador del verano como que se me atranca,
Cuando te miro y tú sigues sin estar mirando.
Desde tu atalaya no quieres divisar mi torre,
Mi alma vaga eternamente como un fantasma,
A veces creo que sería mejor que me borre,
Porque mi corazón necesita de una cataplasma.
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