Otro año más de triste penitencia,
Cargando la cruz de dura sentencia,
Y quedando viuda, muerta de pena.
Como cada año la saeta resuena,
Con ese triste alarido de ausencia,
Desgarra corazones con violencia,
Lágrimas que aparecen en escena.
Se erige en capitana de Templarios,
En reina desesperada del amor,
Y en Virgen de los Desesperados.
Le desvirtúan su esencia esos vicarios,
Buscando un Santo Grial, con brindis al sol,
Que es sagrada estirpe de enamorados.
Pedro fue de los correligionarios
Que desvió el precioso tallo de la flor,
Hacia unos caminos insospechados.
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