Recuerdo un treinta de Febrero,
Eran casi las tres de la mañana,
Yo te regalaba mi pañuelo,
Y te nombraba mi reina gitana.
Cuando el sol se despertaba,
Yacían nuestros cuerpos desnudos,
Abrazados y sudorosos, en una cama,
Teníamos por delante un incierto futuro.
Nunca hicimos planes de viajes,
Nunca compramos billetes de vuelta,
Nunca estrenamos nuestros mejores trajes,
Siempre dormimos a pata suelta,
Siempre vivimos y amamos sin ultrajes,
Siempre hemos soñado con la puerta abierta.
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