Sé que no quieres levantar ningún estruendo,
la lucha es dura y mi alma por la tuya porfía,
en una lucha denodada la frente me ardía,
perderte en mi guerra sería muy horrendo.
Aunque tú no quieras yo te sigo viendo,
tu mirada alegre y asustada se desvía,
la mujer de hielo, no se siente tan fría,
pero su dulce corazón me sigue rehuyendo.
Sé que no hay que vender la piel del oso,
antes de esa larga caza que me ciega,
perder su pista me hace llenarme de espanto.
El regalo de su sonrisa me hace poderoso,
con denuedo mi alma a la suya se entrega,
su presencia es para mi corazón mano de santo.
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