Aunque la brisa del tiempo venga rimbombante
Nunca me ha abandonado el buen gusto y la mesura,
Y se me hace difícil digerir tu postura
De tan intransigente, rozando lo ignorante.
Tengo las cuentas claras, y ajustado el montante,
Y muy bien guardada mi alma con su cerradura,
Tu dulzura sin conjetura traerá factura,
Ando errante imaginando tu bello semblante.
La cuenta, la mejor cuenta, el zumo de tus labios,
Coronados por una tiara de jades blancos,
Jalonados y puestos en el mejor estante.
No quererte así sería el mayor de los agravios,
Aunque tuviese que saltar los trancos con zancos,
No dejo que te alejas de mí ser ni un instante.
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