a la que nunca miraste mal,
te hacía perder el norte,
te citaba a cualquier hora en un bar.
Te llamaba cielito lindo,
con parsimonia al hablar,
pestañeaba y te enviaba al limbo,
su sonrisa era espectacular.
Subía escaleras y bajaba cremalleras,
en eso era profesional,
te subía la temperatura
y te dejaba helado por igual.
Un día salió a por tabaco,
y no ha vuelto jamás,
el otro día en un atraco,
perdió la vida sin más.
Después de tantos despueses,
verla en el telediario,
a la sombra de los cipreses,
triste y loco imaginario.
Cuentan que para olvidarte,
fue la reina de los bares,
hizo del amor un arte,
y de alcohol sus mares.
Invitaba a treinta copas
a cualquier desconocido,
escondida en caras ropas,
dio su amor por vencido.
Triste final de un gran amor,
por imposible e inalcanzable,
triste final para un adiós,
increíble e irrealizable.
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