Un corazón se asomaba, tras un montículo de arena,
tostaba su alma al sol, para ponerla morena,
estirando su cuello al cielo, perseguía alucinaciones,
el espejismo que veía, le traía buenas sensaciones.
Sus sentimientos ardían bajo un sol de justicia,
vibraba toda su piel, esperando una caricia,
con un acto reflejo, intentó agachar su cabeza,
no era una ilusión, lo que divisó con certeza.
Deseo irrefutable de ver, el mapa de sus lunares,
impulso irrefrenable de poder acariciar sus lumbares,
esa melena al viento es especial e inconfundible,
solo en un momento puedes comprender lo incomprensible.
Siempre anda perdida, a veces la encuentras sola,
tumbada a un sol de locura, arropada por las olas,
los veleros que surcan el mar, parece que la controlan,
las gaviotas desde el cielo, dibujan corazones con la cola.
A la hora torera, un pareo y un coche que se aleja,
tres figuras se difuminan, el corazón rechina y se queja,
el alma harta de estar harta, de ésta lenta agonía,
perece a cada atardecer, con tristeza y sin alegría.
Y después más de lo mismo, ataque bestia de ansiedad,
fría como el mármol, indiferente, lejana sin piedad,
arrinconado y medio olvidado, recitando letanías,
jugando al juego del desesperado, su alma sigue fría.
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