de las cuerdas rotas de una guitarra,
el corazón no para de enviarle órdenes,
con el son de una música destemplada.
Solo y yerto, inerte y muerto de frío,
camina entre los olivos verdes tu olvido,parece que se mece en el lecho del río,
campo a través de lo que no hemos vivido.
Y así en mi errática andadura diaria,
Suspiro, acaso, por un solo gesto,Que me demuestre que no estoy ya muerto.
Mi alma padece esta espera carcelaria,
Pero sigue firme y segura en su puesto,Esperando en aquel amarre del puerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario