Tengo un frío recuerdo en mi mente,
de los besos que nunca nos dimos,
tus manos y tus labios siempre ausentes,
dejan muy claro lo que ambos perdimos.
El recuerdo se llena de telarañas,
fotogramas salidos de la niebla,
aquellas frías y destartaladas mañanas,
en las que uno nunca recoge lo que siembra.
Apuraba el penúltimo cigarrillo,
con la ronquera adueñada de mi voz,
abrazado a tu sempiterna y eterna ausencia.
En mis ojos permanecía aquel brillo
de tus pupilas centelleantes como el sol,
al comprender que tu amor es mi esencia.
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