El alba nos resguardaba las brevas,
Escondidas bajo las grandes hojas,
Una a una, no hace falta que escojas
Ni las más viejas, tampoco las nuevas.
Adán y Eva se taparon sus pruebas,
Con fuerte risa el fruto me lo arrojas,
Comimos hasta por orejas rojas
El zumo malva de balas malevas.
Con hijas de centenarias higueras,
Fruto que servía de buena munición,
Hicimos varios blancos muy certeros.
Acabamos como apaciguadas fieras,
Jadeantes cuando empezó la función,
Ya en tregua, serenos y placenteros.
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