Mi triste alegría esta ya sepultada,
no fue capaz de alcanzar ni la aurora,
con el alba esperaba una mejora,
más diñó tal cual murió la jornada.
Esa alegría esperaba ser premiada,
más fue apuñalada en mala deshora,
inerte quedó por ello no llora,
ni siente ni consiente, yace cansada.
Yo que pensaba en mi amor soberano,
en algo, entre ambos, de sabor divino,
todo pasó raudo como un verano.
Al final fue así porque te convino,
nos despedimos sin darnos la mano,
desde allí, sin calma, ando peregrino.
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