¿Aún guardas aquellos papeles?
barquitos que navegan por el río,
su velamen va suelto y sombrío,
sin prisas y si me apuras,
lleno de indecisiones locas,
y yo me desahogo con mi escritura,
en el agua salada de tu boca.
Sabes que las montañas son lo mío,
Me gusta la maleza con sus diferencias,
Con el agua y sus transparencias,
Yo no me detengo ni muerto de frío.
Navego por la orilla de tu boca,
Mirando y controlando de reojo,
con el recuerdo fresco de un palomar,
a veces era como un antojo,
del que no puedes escapar,
otras veces se deshace un codo,
como vigilado por la linterna de un censor,
destrozándose contra el maldito ascensor.
Y ya ves, ando con el corazón medio cojo,
Peinando canas y rozando el medio siglo,
En la lejanía y fuera de peligro.
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