Si un día la hiedra cubre inoportuna,
la tapa blanca y fría de mi mortaja,
que no venga a llorar porque me ultraja,
la que no me quiso desde mi cuna.
En vida nunca me dio la fortuna,
y al amor con desprecio me lo ataja,
tras la muerte seguro que no cuaja,
ese te quiero a la luz de la luna.
Nos van a criticar todas las gentes,
en el cementerio está calmo el viento,
allí no hace falta enseñar los dientes.
Si hablan será sin ningún fundamento,
mejor si lo hacen si estamos presentes,
así sabrán por qué muero contento.
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