Ya no nos importan las envidiosas miradas,
Ni que nos haga vudú algún brujo hechicero,
Podemos navegar libremente con nuestro velero,
Cabalgando sobre olas gigantes y espumadas.
Las brujas se quedan con sus escobas embrujadas,
Nadie nos puede quitar este espíritu viajero,
Nos besaremos apasionados bajo la luz del lucero,
Muertas y enterradas quedan las horas desangeladas.
Vamos a vivir juntos todas las auroras boreales,
Nuestro único hogar será el lejano horizonte,
Las caricias nos revolotearan bien amontonadas.
Cada uno de nuestros besos será cual corales,
Se acabaron las miradas fugitivas del monte,
Las nuestras lucen por fin bien iluminadas.
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