Para no escuchar el llanto de los corazones,
El mío ya no habla, escucha y murmura,
Bien-pensando de tus malas intenciones.
Tirado, ultrajado, olvidado y usado,
Hecho jirones gracias a tu olvidadiza cabeza,
Nunca jamás tendrás a tus pies postrado,
A nadie que te ame con tanta certeza.
Mis sentimientos pisoteados con usura,
Dóciles y sutiles, han perdido la bravura,
Yacen postrados cual corderos, no como leones.
Ahora ya empiezo a entender tu ligereza,
Siempre me has tratado con medida bajeza,
Andas confusa por un par de luces de neones.
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