Este poema nace a la sombra de uno de los mejores poemas escritos en lengua castellana: Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernandez. Esta es la segunda y última parte.
ALEJANDRINOS
Por un beso tuyo se desata la tormenta,
Por un beso tuyo se desata la tormenta,
sin ese beso, rechinarán todos mis dientes,
mi alma cándida se muestra demasiado hambrienta.
Te amo con locura y sin amores estridentes,
lo has conseguido, ya eres mi mejor juez y parte
por el arroyo de mis venas van ríos calientes
Quisiera despedirme hasta poder encontrarte,
colmarte de besos pasionales a tu vera,
convertir nuestro amor sincero en más puro arte.
Esperaré a que los higos sean en la higuera,
porque eres la más bella entre las preciosas flores,
seguiré tus pasos hasta donde lo quieras.
Mientras tanto así, tú a lo tuyo y yo a mis labores,
mi corazón te espera esperanzado entre rejas,
y suspirando por el mayor de tus amores.
Me esconderé en los sombrajos de tus bellas cejas,
esta larga espera me tiene apesadumbrado,
yo soy zángano, tú la reina de las abejas.
Hace mucho que la pelota está en tu tejado,
entre tela de terciopelo, la más hermosa,
ahora estoy seguro de que ando enamorado.
Tu voz es terciopelo, cual pétalo de rosa,
nunca lo dudes, sabes de sobras que te quiero,
Hace que tenemos pendiente hablar de mil cosas,
en el frío arcén de nuestra estación, desespero.
Así, con una cadencia eternamente lenta,
Así, con una cadencia eternamente lenta,
Mi alma espera con ilusión a su bella amada,
Sentada en una mecedora tras la tormenta,
con la elegía al alba de cada madrugada.
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