viernes, 18 de mayo de 2012

770 UN ALMACEN DE BESOS


Tengo la llave de un almacén de besos,
de besos no dados, pero no olvidados
en medio de la niebla, que nubla
la poca capacidad de discernir,
entre los sueños, la realidad y la penumbra.

Entre los sueños de poder besarte
y tenerte cerca, tan cerca,
de poder empañar tus gafas con mi aliento,
y la realidad de tu distancia
diaria y carcelaria.

Entre la realidad de una distancia que duele,
que a veces se empequeñece pero no puede
permanecer en esa soñada distancia corta.
Esa realidad que nos tiene presos,
medio locos de atar y sin besos.

Entre la penumbra vacía y húmeda,
y de tintes apocalípticos,
en la que los deseos se hacen añicos,
y lo único que triunfa de forma serena
es nuestro amor que se encumbra.

De esa cercanía de los sentimientos, tan cerca,
que da la sensación de que se solapan.
Y a la vez esta lejanía, tan lejos,
de nuestros cuerpos que arden en deseos
de respirar el mismo aire, el mismo aroma.

Y todo ello con más de mil kilómetros
de distancia entre nuestros labios,
de nuestros dientes, de nuestras lenguas,
de nuestro aliento, de nuestras bocas,
que siempre juguetonas se invocan.

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