Altiva, sonríes desde tu ventana,
me dices adiós, agitando tu alma,
quedando, para un rato después, si puedes.
Así, desde tu balcón, sin perder la calma,
encoges tu corazón, y me enseñas tus palmas,
encarcelada entre tus cuatro paredes.
Apareces como una foto fija en mi mente,
sin poder aparcarte, siempre presente,
y sin conseguir que caigas en mis redes.
Solo me queda ya el desconsuelo o la intuición,
de que un día agites también tu corazón,
y me dejes para siempre, si es que puedes.
Mientras tanto te seguiré soñando en tu balcón,
agitando tus sentimientos con fruición,
a la espera del día más deseado.
Desesperado y ahogado en un mar de llanto,
porque no soy capaz de imaginar por cuánto
tiempo, deberé seguir siendo el estrellado.
Y luego te ríes, te haces la desentendida,
mirando siempre porque la gente no diga,
lo que tú y yo sabemos y escondemos.
Un leve roce de sonrisas, un aleteo de pestañas,
un amor a la deriva, un alma que se encalla,
pensando lo que podríamos tener y no tenemos.
Así, aunque mi alma de rodillas te lo pida,
te lo implore, con silencios y no consiga
poner un poco blando tu corazón.
Seguiré malviviendo mis horas y mis días,
acompañado de tu ausencia, sin alegría,
perdiendo cada día, un poco más, la razón.
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