Tus hachazos son como fríos glaciales,
Y me haces siempre apretar bien los dientes,
Quiero beber de nuevo los besos ardientes,
Saciar mi sed en esos lindos manantiales.
Zúrceme esta alma mía que anda en retales,
Harta ya de estos tiempos inclementes,
Solo tú puedes tornarlos relucientes,
Y calmar nuestros deseos torrenciales.
Cada día nos viene acompañado de una espina,
Pero cada espina tiene también su rosa,
Nada es tan cierto y certero como la muerte.
Por eso, mientras nos llega esa ruina,
Mi mente tan solo atina a pensar una cosa:
Cada segundo quiero gastarlo en quererte.
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