para evitar eso que el corazón se pilla,
un berrinche de mucho cuidado,
por estar tan solo y desamparado.
Ha llegado la triste hora de la despedida,
ni te culpes ni busques culpables,
la vida pasa deprisa, todo llega enseguida,
los tortazos suelen ser innumerables.
Otra vez transitando por los infiernos,
De nuevo bajonazo y vuelta a empezar,
La misma teoría de cese de todos los inviernos,
Pero alguna será sin querer la de verdad.
Se autoproclama la mujer de hielo, sonrisa triste,
Se le ilumina la cara cuando me puede ver,
Se le pone sonrisa floja de caramelo e insiste,
En que seré yo, (y no ella), el que no podré.
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