de las palabras,
que me dicen lo pobres
que son tus tiernas presencias.
Quien puede conducir mi alma
a tu lado, sin agravio,
sin publicarlo en el telediario,
con mano firme y calma,
sin arrogancia, con suma esencia.
Quien da lustre
a esas miradas dulces,
a esos guiños ilustres
llenos de frustres
y melancolía.
Tu y yo y nadie más,
la desesperanza ha pasado
a mejor vida,
por fin reina la alegría.
Si, por fin, llego y llegas
a entender éste bocado
de aire fresco, de vida nueva
en éste instante.
Si, por fin te has dado cuenta,
de lo verdaderamente importante,
de que es buen amor lo que se aparenta,
en esas miradas tan turbantes.
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