viernes, 26 de agosto de 2011

433 A VECES

A veces, cuando escribo,
me fumo un cigarrillo
pensando en ti.
Y en el café.
Ese cortado cabrón,
humeante y de tinte marrón,
que coge forma de mar encabritado,
y se empeña,
con impulso endemoniado
y oceánico,
en beberse los folios
emborronados de tinta,
pergeñados de palabras tachadas,
como golondrinas estáticas
en pleno vuelo,
avanzando como la marea negra,
en la que se han convertido
nuestros corazones
y nuestras ilusiones.
Ese avance lento y paulatino
en el que va dejando su huella
sobre el papel escrito,
al igual que hacen mis susurros
en tus oídos,
Con el mismo ritmo cansino
e inapelable,
que coge la niebla cuando avanza,
campo a través,
que más parece que sea
un dardo que busca dar
en el centro de la diana
de tu corazón.
Si, tu corazón. Ese es el principio,
y el fin, de todo mi ser.

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