Decir amor y pensar en ti,
pensar te quiero y ver tu pelo
al viento, meciéndose majestuosamente
libre, en total libertad.
Pensar que si, que es posible,
ir bebiendo día a día, sorbo a sorbo,
los segundos que me separan de ti,
para poder vivir juntos en libertad.
La dueña de la sonrisa más bonita
del mundo mundial, esa preciosa
arruguilla que conforman sus labios
a ambos costados, cuando sonríe. Espectacular.
Espectacular como el cielo rojo
cuando atardece una tarde de otoño.
Como el cielo azul surcado por una gaviota
blanca, en vuelo rasante sobre las olas.
Si, decir amor y ver su estampa
en mi pensamiento, formándose
desde la niebla interna de mi mente,
hasta aparecer nítida en pocos milisegundos.
Si, la felicidad completa es comernos
un croissant a medias por la mañana,
partiéndolo entre sus labios y los míos
con un beso fugaz e intenso. Eterno.
Si, decir amor es pensar en ti.
Pensar en todos los momentos que
ya hemos consumido juntos sin estar juntos,
con la mente puesta a varias decenas
de cientos de kilómetros del lugar
donde se encuentran nuestros cuerpos,
que nada tiene que ver con el lugar
donde se encuentran nuestras almas.
Esta es la realidad a la que nos enfrentamos
la lucha diaria y fratricida en la que
están inmersos nuestros corazones
y nuestras razones. Íntimamente enfrentados.
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