Al saber que puedo verte un instante,
Y pienso que la vida me regala de propina,
El poder representar la obra más importante.
Aunque después vuelve la cruda rutina,
Y cuando suena el despertador,
Creo que con las sobras de mis sueños,
Se puede alimentar nuestro amor.
Cada día al amanecer, me gusta resucitar,
Cada día al atardecer muere mi alma de pena,
Por no poder disfrutar junto a ti la condena,
De verte de lejos y no poder rozar tu piel,
De verte de cerca y tener que mirar a otro lado,
De un dolor lacerante como una lanzada en mi costado.
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