Las piedras ejercen de mudo testigo,
Mi alma con sutileza te amenaza,
Tu sonrisa angelical es tu abrigo.
Quién pudiera desandar veinte años,
Para entrar contigo en esa terraza,
No tener en cuenta algunos daños,
Y dejar libre la ilusión que me atenaza.
Un puerto de montaña rusa con luces,
Una mirada preciosa al infinito,
La ilusión es el poder del corazón.
Lentamente y con suavidad conduces,
Una situación con el alma en puro grito,
Acaba triunfando la puñetera razón.
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