no hay lugar para las soledades.
Pasó aquel placer inmenso,
al cumplirse tu profecía,
a tu amor fui muy propenso,
no oíste lo que yo decía.
Fuiste un precioso regalo,
eso yo ya lo sabía,
por eso fue grande el palo,
cuando vi que te perdía.
Tu rostro era mi deleite,
algo que solo yo entendía,
mi voz tan suave de aceite,
poco a poco se moría.
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