Yo que siempre era el rey de la cortesía,
Que pensaba en vos a cualquier hora,
Que no pegaba ojo hasta llegar la aurora,
Te encuentro ahora, más que nunca, fría.
Para qué abrigar más pena que la mía,
Has enjaulado mi mente voladora,
Mi corazón que aún vive y te atesora,
Es amor puro y del bueno el que cría.
Eso que dejas mi día a día muy eclipsado,
Y conviertes la aurora en luz oscura,
A pleno sol, mi amor luce un gris nublado.
Te he querido entregar mi mayor tesoro,
Radiante de felicidad y blancura,
Pero para ti no es suficiente oro.
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