Teníamos el mundo a nuestros pies,
Metíamos mano a cuatro manos,
Y en la madrugada nos daban las diez.
Éramos saltimbanquis del amor,
Del amor encontrado en cualquier esquina,
Nos idolatraban las mismas vecinas,
Que luego siempre nos decían que no.
Dejábamos cualquier corazón roto
Y todo eran rotos y descosidos,
Aunque siempre nos sabía a poco,
Nos perseguía algún padre enfurecido,
Para limpiarnos a sopapos los mocos,
Y sujetar aquel mar embravecido.
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