Toda la vida esperando momentos propicios,
Pensando que la verdad estaba ahí fuera,
Los sueños caminando con tacto por la ribera,
Ofreciéndote sin más tantos sacrificios.
Toda la vida dando de lado a los vicios,
Con el alma pasando de pobre a usurera,
Regalándote el oído de forma lisonjera,
Para acabar al borde los hondos precipicios.
Toda mi vida, que es mi gran y único tesoro,
Puesta en tus manos mientras me engañas,
Y le regalas a otro lo mejor de ti, tu oro.
Toda mi vida, la que ahora en lágrimas bañas,
La embistes con la fiereza del más bravo toro,
Y no se te remueven un poco las entrañas.
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