Aquel triste día de la despedida,
te fuiste sin decirme ni un adiós,
dejaste muy abierta una herida,
que con el paso del tiempo se cerró.
Ahora con el paso impasible del tiempo,
del tiempo lejano que todo lo curó,
la herida se vuelve de nuevo sangrante,
se abre otra vez, de par en par, al amor.
Tu fuiste mi amor y yo tu amante,
tu fuiste la razón de mi existir,
me diste la ilusión del principiante,
me diste de tu boca, el preciado elixir.
Pero la vida casi siempre te sorprende,
el ahora ya no puede ser igual,
todo ha cambiado por tu presente,
creaste una familia y un hogar.
Yo te sigo esperando en aquel banco
del parque donde tanto soñamos juntos,
donde te cogía por tu talle, por tu flanco,
y donde llegábamos siempre al mismo punto.
Quizás llegue el día en que vuelvas,
para seguir viviendo aquel cuento,
quizás llegue el día en que resuelvas,
que se ha terminado éste alejamiento.
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