Un corazón roto, partido por la mitad,
como un papel de fumar,
terminado de emborronar,
con una grieta sangrante,
difícil de cerrar,
con unas ganas locas,
de estamparte un beso en la boca,
aunque solo sea por eso,
merece la pena esperar,
aunque uno pase por arrogante.
Así pasan los años y la vida,
así pesan las consecuencias,
intentando que la vida siga,
guardando siempre las apariencias.
Un corazón que busca a otro,
uno entero y no partido por la mitad,
queriendo asegurar el tiro, por asegurar
que no lo vuelva a dejar tirado.
Con cautela aunque algo asustado,
otea el horizonte y la eternidad.
En esa precisa eterna eternidad,
avista una sonrisa preciosa
de la que nunca se podrá olvidar,
esa sonrisa va con cautela,
simula jugar pero no juega,
porque le va la vida en ello;
sabe apostar con fe ciega,
asegura que es un sentimiento bello
aunque a veces le falta el resuello,
ese sentimiento ni se esconde, ni se niega.
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