Una lluvia pertinaz cae
sobre los hombros de la mañana.
Es una lluvia incesante y mojada,
que cae sobre la almohada,
de la niebla de tus sueños.
Tus sueños, esos revoloteos
de mil mariposas de bellos colores.
¿Quien pudiera tener la llave
de los vientos que mecen sus alas?
Y poder entender un poco más.
Entender que en tus horas de soledades,
también tú me echas de menos,
que cuentas las horas y los minutos
que faltan en el reloj,
para volver a abrazarnos con los ojos.
Abrazarnos con los ojos,
tocarnos con la mirada,
besarnos con nuestras pestañas
y con el tacto del alma a flor
de piel, querernos eternamente.
Esas horas en las que rodeada de gente,
te sientes más sola que la una,
como gotas de lluvia temprana y maldita,
gotas de melancólica soledad
de la que está sola entre un gentío.
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