Has entrado por un resquicio,
que desprotegía del todo mi corazón,
has tenido que tirar de oficio,
para abrir los postigos del amor.
No he encontrado mayor regocijo,
en la vereda de ésta empinada vida,
que observar de cerca que tu alma diga,
que nos amamos en sano juicio.
Te miro poco a poco, despacio,
con el alma hablándote en silencio,
diciéndote mil palabras bellas.
Pagaremos un alto precio,
para ocupar juntos nuestro espacio,
e ir dejando juntas nuestras huellas.
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