Un libro de poemas de Sabina,
Que en tres sesiones de trono
Se acaba y se termina,
Leyendo con fruición, a tu modo.
Así, entre letrina y letrina
No te sientes tan solo,
Pensando en sus Mesalinas
Sacándole parecido con Cuasimodo.
Un aceitunero volador,
Un juntador de palabras,
Se convierte en el mejor trovador,
Desde Andalucía a las Vascongadas.
Viajaba en trenes interminables
Desde Úbeda, Linares-Baeza a Madrid,
Cantaba de forma incansable,
En garitos de poco pedigrí.
En Londres empezó a ver la luz,
A la sombra de la mili,
Nunca renunció a ser Andaluz,
Ni a hacerse un buen Hara-kiri.
Volvió y sentó la cabeza
Cerca de Tirso de Molina,
Y entre porros y cervezas,
Desgranaba canciones por las esquinas.
Empezó a aderezar y cocer discos,
Como un buen panadero,
canta a la politica, a sus politicos
se mete con la corona y el clero.
Y ahora ya, en el ocaso,
De sus whisquis y sus porros,
Lo escribe todo, por si acaso,
Canciones y sonetos, con mucho morro.
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