Que ya no nos salva ni la campana,
Con esto que nos traemos entre manos,
Es una buena verdad soberana,
Que se sabe desde tiempos romanos.
Mis amores pecan de taciturnos,
Los tuyos de brillar por tus ausencias,
Mis temores son sombríos y nocturnos,
Tú ya ni sueñas con cortas presencias.
Mientras eternas se hacen las tardes,
Con arrebatos tan a las primeras,
El amor hierve con punto de nieve.
¡Vaya par de imbéciles tan cobardes!
Habiendo autovías van por carreteras,
Malgastan los sueños del diecinueve.
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