Con su verde limón diciendo te quiero,
¡Qué grande es tu sonrisa al atardecer!
Bajo la sombra alargada de un ciprés.
Sigo a cuestas de mi alma de bandolero,
Hablándote con mi corazón tan pendenciero,
Que no es capaz de olvidarse de tu querer,
Porque para él no existe ninguna otra mujer.
¿Cómo cuentas las hojas de la bella margarita?
¿Te agrada jugarte los amores a pares o nones?
¿De verdad que no juegas conmigo al ajedrez?
Por cierto, que sepas que sí que me irrita
Estar en la ruleta rusa de las emociones,
En la cual nunca me dejas ser el juez.
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