Toda la noche con los ojos abiertos,
Mirando al porvenir como un lienzo
Virgen, en la oscuridad, en silencio,
Escuchando mis latidos en concierto.
Miro al techo, a la puerta, al suelo,
Cuento las baldosas que hay bajo mi lecho,
Mis sentimientos alzan el vuelo,
Desbocados buscan descansar en tu pecho.
Quiero aprenderme de memoria tu Ministerio,
Tus maneras tan humanas, tan de pueblo,
No quiero que me falte un misterio.
Quiero ver si a tu corazón lo amueblo.
No me separarán de ti ni muerto,
Ni el Camposanto, ni el Cementerio,
En serio, ni ningún otro entuerto.
Un día lejano, incluso mis restos,
Restaran presentes y agoreros,
En un viraje sencillo e intenso,
Seguirán puntualmente con sus rezos,
Para alcanzar ese estadio postrero
Contigo, abandonando su cruel desierto.
La vida, en esa frontera con péndulo,
Seguirá ofreciéndonos un chisporroteo,
Abonando los rastrojos del yermo,
Para que podamos fundirnos en último momento.
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