Cantan desconsolados los gallos,
Porque los ha dejado la fresca aurora,
Y al caer la tarde gris y lluviosa,
Un recuerdo muy cercano se acalora.
Tiritan con ansiedad carnes enamoradas,
Dos manos se unen con amor de sobras,
Dos corazones saltan en un solo pecho,
Uno a otro se cobijan y se dan sombra.
Dos pares de labios se buscan sedientos,
En una pelea agridulce con zozobra,
¡Cuántas horas de agónica espera!
¡Dios mío, cuántas interminables horas!.
Y largos días, y largas semanas y meses,
Sin poder abrazar a su silueta redonda,
Al fin se ha acabado la desesperante espera,
Y eso a fin de cuentas, es lo que más importa.
Ahora se han embravecido los sentimientos,
Al fin se siente como una persona,
Y en la soledad de sus pensamientos,
Su caballo cabalga deprisa y se desboca.
El mar calmado se encabrita,
Su amor navega surcando las olas,
El hastío quedó quedo y olvidado,
El corazón le luce limpio, sin hojas.
La soledad se ha cambiado de acera,
no tiene en sus ojos mirada lastimosa,
desde que juntaron sus dulces labios,
desde que untaran sus dulces bocas.
Todo tiene un brillo genuino y especial,
Su alma está alterada y alegre y loca,
Una fría y triste y destartalada estancia,
Se convierte en la mejor de las alcobas.
Al unísono tiembla todo alrededor,
Tiemblan la carne, los suspiros, la ropa,
Dos alientos entrecruzados con prisa,
La cara se sonroja como bella amapola.
El peor momento es soltarse de las manos,
Porque los corazones se llaman como alondras,
Bellos y dulces trinos silenciosos se dedican,
Ambos se merecen sin duda una buena corona.
El amor hace daño al estar encadenado,
Purgando su sino por los desiertos y a solas,
Una tenue luz es un hilo de vida lejano,
Única posibilidad que brilla muy remota.
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