En el amor ando como un ciego,
muy perdido y siempre a tientas,
sumergido en las peores tormentas,
pellizcado por el desasosiego.
Cuando te veo avivas mi fuego,
llenas de golpe mi vida de armonía,
acabas de un tajo con la agonía,
te despides con un corto hasta luego.
Así me clavas espinas sangrientas,
como puntas de lanzas cruentas,
en el centro de la diana del alma mía.
Haces que sonría mi tristeza,
estás impresa indeleble en mi cabeza,
llenas mis noches y mis días de melancolía.
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