Por el rastro de tiza de tu piel
Todo se ha secado, porque ya no llueve,
Las musas me abandonan. Es cruel.
Amores pasados no mueven molinos,
Y hasta se nos ha pasado el tiempo de merecer,
La piel se llenó de arrugas sin acné,
Así que… ¡Para qué hacernos los cansinos!
Una musa malagueña, se tuesta en la Malagueta,
No me desdeña la flaqueza de mi bragueta,
Ahora que los pulsos son templados y serenos,
Me uno al grito macarra de que más es menos.
Otra musa madrileña, dándome más leña,
A mi corazón lo despeña porque no lo usa,
abusa su razón de “Robinsona”, se pretende isleña,
reniega de dar un no, pero el recibo no lo acusa.
Una musa aceitunera, nacida donde ella quiso,
Me quiso montar un piso en un sexto sin ascensor,
Y yo que ya vengo de vuelta con lengua suelta,
Contesté: mi patata ya no aguanta el ser sufridor.
Me falta una musa alegre, guapa, sevillana,
Que siempre hizo conmigo lo que le dio la gana,
Los días grises desde la ventana de su corazón,
En pijama, me lanza soflamas del verdadero amor.
La musa de las musas, bella y guapa gata gironina,
Cuando afila garras y se pone en plan leonina,
Me sonroja, me acelera, me encandila, me arrebata,
Al arder la tarde, vistiendo su alma en bata, me mata.
Los lejanos días de gloria, en mi triste memoria,
Deambulan entre el ser o no ser, o el haber sido,
el amor de una mujer es lo que siempre he sufrido,
El resto lo dejo a la
voluntad de mi desmemoria.
Calella, 25/03/15 – 21:55
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